Por: Ana María Zabala Gómez
Las rebeliones andinas
En 1780, a los Andes los sacudieron los implacables vientos de una rebelión. Desde Cusco, los pueblos indígenas, hastiados de tres siglos de servidumbre a una corona invasora, agitaban la bandera de liberación bajo el liderazgo del cacique José Gabriel Túpac Amaru (1740-1781). Desde La Paz, los pueblos quechua y aymara, con Túpac Katari y Bartolina Sisa, saqueaban propiedades coloniales y quemaban iglesias—desafiando el orden colonial edificado a costa del saqueo de las minas donde tantos indígenas eran esclavizados y llevados a la muerte temprana envenenados y desgastados.
El vendaval de las rebeliones andinas generó terror en los virreinatos de Lima y Buenos Aires y presentó el desafío más importante al dominio español por parte de los pueblos indígenas en Sudamérica. A pesar de quebrantar el régimen del imperio español tres décadas antes de las luchas independentistas en la región, la historiografía eurocentrista de las posteriores repúblicas excluyó a estas rebeliones en sus relatos de emancipación. Hasta el siglo XX, las historias de la rebelión aymara-quechua y la rebelión de Túpac Amaru fueron reivindicadas por la historiografía de los países andinos.
Los colonizadores sofocaron violentamente a estos movimientos ejecutando cruelmente a sus líderes y exhibiendo sus cuerpos descuartizados para amedrentar al resto del alzamiento. Pero el eco del vendaval resonó por toda la extensión de la cordillera andina, la más larga de la Tierra. Sus vientos libertarios que anunciaban augurios de esperanza alcanzaron a una mujer audaz con raíces milenarias en el altiplano de los Andes septentrionales.
El motín de Cómbita
En el pueblo de Cómbita en la entonces Nueva Granada, Clara Tocarruncho, proclamaba “¡Túpac Amaru, emperador de América!” en una congregación de indígenas y mestizos a principios de 1781. Los vientos de la rebelión andina soplaban por los bosques húmedos de niebla a través de la voz de la descendiente muisca de los zaques de Tunja. En 1781, Clara Tocarruncho lideró un movimiento de insurrección indígena que se denominó “El Motín de Cómbita.” Al tiempo que la comerciante Manuela Beltran protestaba los impuestos de las reformas borbónicas de la Corona Española tirando al suelo el pergamino real de la plaza de El Socorro, Clara Tocarruncho proponía suplantar a la monarquía española por el programa de gobierno del inca Túpac Amaru.
Según Marisa Gallego (2017), las demandas del programa enunciado por Túpac Amaru eran:
-la extinción del “mal gobierno” de los corregidores;
-la abolición de la mita de Potosí1;
-la supresión de los obrajes textiles;
-el fin del reparto mercantil y la cancelación de deudas;
-la liberación de los esclavos, y
la instauración de una Audiencia en Cusco (institución colonial).
El “motín de Cómbita” de Clara Tocarruncho creó sus propios vientos de rebelión que agitaron a pueblos cercanos como El Cocuy, Silos, Mutiscua y Socorro. En el Socorro estos vientos se convirtieron en la conocida Rebelión de los Comuneros. La Rebelión de los Comuneros surgió de la inconformidad con los nuevos impuestos que imponía la corona y el monopolio que estaban creando alrededor de ciertos productos como el tabaco y el aguardiente. Estas medidas fiscales afectaron sobre todo a los comerciantes mestizos y los criollos de capacidad económica, quienes en su mayoría lideraron la rebelión en El Socorro.
No me sorprende, entonces, que “La Rebelión de los Comuneros” blanca y mestiza, es más recordada y mucho más documentada que “el motín de Cómbita” indígena. De Manuela Beltrán, por ejemplo, a pesar de que por ser mujer fue invisibilizada, hoy se encuentran varias biografías, su nombre resuena en textos educativos, instituciones, plazas y monumentos e incluso fue homenajeada con su retrato en una estampilla de Colombia. De Clara Tocarruncho y sus vientos de emancipación más amplia que incluía a los más desposeídos de la historia de este territorio, quedan pocos registros: ningún retrato y su biografía consiste en las mismas tres oraciones que se repiten en diferentes fuentes.
El fin de la vida de Clara es desconocido. No se sabe si vivió una vida longeva o si fue asesinada a manos del orden colonial como Túpac Amaru, quien antes de que el verdugo le cortara la lengua el 18 de mayo de 1781 dijo en kichwa y castellano: “Tikrashami hunu makanakuypi kasha” “Volveré y seré millones” (Bacacela, 2017).
¡Se necesitan más homenajes a esas figuras que representan las verdaderas luchas de emancipación de Latinoamérica! Aquellas que, como Clara Tocarruncho, han sido excluidas por la historiografía racista y eurocentrista.
Volveré y seré millones
Túpac Amaru
Notas
- A través de la “mita de Potosí”, los colonizadores reclutaban indígenas para el trabajo esclavo en la extracción de plata en el cerro de Potosí. En los tres siglos que duró el saqueo del cerro de Potosí, según Eduardo Galeano, se extrajeron unos 60.000 millones de toneladas de plata, que serían suficientes, para construir un puente de oro y plata desde Potosí hasta Madrid.
Referencias
Gobernación de Boyacá. (2019) “Estos son algunos de los aportes de varias heroínas a la causa libertadora de 1819”. Recuperado el 5 de mayo de 2022.
Alcaldía de Bogotá. (2019) “Heroínas de la independencia, la historia no contada”, Archivo de Bogotá. Recuperado el 5 de mayo de 2022.
Gallego, Marisa. (2017) “La rebelión andina de Túpac Amaru”, Editorial Maipue. Recuperado el 5 de mayo de 2022.
Rueda Santos, Rigoberto. (n.d) “La rebelión de los Comuneros”, Biblioteca Nacional de Colombia. Recuperado el 5 de mayo de 2022.
Bacacela G., Sisa Pacari. (2017) “Túpac Amaru y la vigencia de su pensamiento”, La Línea de Fuego. Recuperado el 5 de mayo de 2022.