MUJERES INDELEBLES

La Gaitana: Cacica de la resistencia y la libertad.

¿Habías oído hablar de La Gaitana?

Conoce la historia de esta mujer que es un ícono de las luchas reivindicativas de los pueblos indígenas y del imaginario colombiano.

¿Quién fue la Gaitana?

La Gaitana, también conocida como Guaitipan (o Huatypan), fue cacica del pueblo indígena Yalcón en Timaná, Huila en el siglo XVI. Ella lideró a su pueblo en una resistencia en contra de los colonizadores españoles que retrasó su asentamiento en el sur de Colombia por décadas. La gran mayoría de crónicas y textos que han retratado a Guaitipan reducen su historia a la venganza que cobró por la muerte de su hijo a manos del conquistador Pedro de Añasco. A pesar de ser un ícono de resistencia indígena, nadie ha escrito sobre ella una biografía exacta y completa. 

Ivonne Portillo en el taller trabajando en la obra dedicada a La Gaitana

¿En qué coinciden los cronistas?

Nombrada así por los españoles, La Gaitana aparece en los relatos de los cronistas entre 1510-1545 aproximadamente. Estas diferentes versiones que dan cuenta sobre la Gaitana coinciden en ciertos puntos:

La invasión del territorio Yalcón: el valle del río de aguas profundas

En 1538, uno de los capitanes favoritos del conquistador Sebastián de Belalcázar llamado Pedro de Añasco fundó el pueblo Guacayo en el valle montañoso del río que llevaba el mismo nombre. Con el tiempo el municipio tomó el nombre de Timaná, mientras el río Guacayo recibió el de Río Grande de la Magdalena. Guaca-Hayo significa Río de las Tumbas, o Río de aguas profundas, según los cronistas. En ese entonces, el municipio de Timaná era paso obligatorio entre importantes entidades territoriales del imperio español. Por su posición estratégica que comunicaba a Quito y Lima con Cartagena a través del río Magdalena, Añasco fundó esta población invadiendo el territorio del cacique Pigoanza, líder del pueblo Yalcón.

La muerte de Buiponga y el duelo de Huatypan

Con su creciente poder, Añasco exigía a los indígenas altos tributos y presencia diaria como homenaje de su vasallaje. Un día, el cacique Buiponga, cansado de la usurpación de Añasco, protestó al no presentarse al homenaje. Añasco fue a buscarlo en persona, lo apresó y lo llevó consigo a Timaná para luego quemarlo vivo en la plaza central y sembrar terror. Añasco obligó a la madre de Buiponga, Huatypan (La Gaitana), a presenciar y ver su muerte.

Después de sufrir tan macabro suceso, Huatypan se da a la tarea de aliar diferentes grupos que se encontraban en conflicto como los paeces, pirama y guanaco para conformar un ejército y expulsar a los españoles. En medio de su duelo, esta mujer logró convocar a doce mil indígenas que conformaron sus tropas. Entre sus aliados estaba el cacique Pigoanza, cuyo hijo, llamado Pigambo, era aliado de los españoles y tenía una amistad bastante estrecha con Pedro de Añasco.

La venganza de Huatypan y la traición de Pigambo

A Pigambo los españoles le llamaban Don Rodrigo y los cronistas insistieron en su cercanía permanente con el conquistador, dando cuenta de su caminar tomados de la mano y las lágrimas vertidas por Pigambo cada vez que el conquistador ignoraba sus consejos (Mächler Tobar, 2011). Don Rodrigo previno a Añasco sobre la venganza que planeaba la Gaitana en alianza con su padre Pigoanza. A pesar de esto, la organización de Huatypan logró derrumbar al invasor. 

Don Rodrigo previno a Añasco sobre la venganza que planeaba Huatypan en alianza con su padre Pigoanza. A pesar de esto, la organización de Huatypan logró derrumbar al invasor. El ejército comandado por Pigoanza derrotó a Añasco en la batalla de Aquirgá y se lo entregaron desnudo a la Gaitana. Así narra su muerte Mächler Tobar en La Gaitana: preludio a una biografía a la espera (2011): 

Esta le saca los ojos con la punta de una flecha y se los presenta en una bandeja de oro; después le abre un hueco por debajo de la barba y de la lengua, y por allí pasa una cuerda, halando de la cual lo pasea de pueblo en pueblo hasta que él no puede caminar más. Luego le corta uno a uno diferentes miembros y lo hace morir desangrado. Se dice que el cadáver será devorado, la piel llenada de ceniza para decorar las entradas de las casas, y su cráneo, usado cual copa para beber chicha.

Entre 1540 y 1541, los españoles pierden muchas batallas ante el ejército de Huatypan e incluso consideran irse. A pesar de las victorias indígenas, se pierden decenas de miles de vidas en este conflicto que resultaron en pérdidas demográficas dramáticas. Después de estos años, no se vuelve a saber nada de La Gaitana en los relatos de los cronistas.

¿Qué pasó con ella?

¿Por qué los cronistas no vuelven a mencionarla en sus relatos después de haber cobrado su venganza?

Proceso de la obra “La Gaitana”

¿Cómo retrataron los cronistas españoles a Huatypan?

Entre líder diplomática y bárbara cruel

El primer y más extenso texto que hace referencia a La Gaitana fue publicado por Juan de Castellanos en 1589 con el título Elegías de varones ilustres de Indias. Este cronista de la colonia la retrata como una líder y diplomática, una mujer fuerte y venerada que estaba en todos los frentes de combate. Sin embargo, al evocar la venganza cobrada por su hijo, presenta a un personaje casi animalizado usando lenguaje como: “bárbara cruel”, “turbada, despulsada y amarilla”, “revestida de furias infernales”, “mala vieja macilenta”, “perdida por beber sangre cristiana”. Me parece importante comparar el lenguaje con el que califica el acto vindicativo de La Gaitana con el acto homicida de Pedro de Añasco de lo cual sólo dice: 

En presencia de aquella que lo ama:

De fuscos humos rodeado vivo

Su vida consumió la viva llama. (889)

Este cronista tilda de salvaje a esta mujer indígena por vengar a su hijo pero no castiga al español que provocó dicha venganza al quemar vivo a alguien que no quiso presentarse a rendirle homenaje a su opresor. Como esta crónica, gran parte de los retratos de La Gaitana han sido escritos por hombres, quienes usan un léxico denigrante para referirse a ella en su “sed de venganza”. Mächler Tobar hace la siguiente pregunta: “¿Es el miedo arcaico de los hombres con respecto a las mujeres el que los hace presentar así esta historia?”. 

Monumento a la Gaitana por el escultor Rodrigo Arenas Betancourt. Imagen por Erik Cleves Kristensen.

Sin nombre real y en el olvido

La única rendición de la historia de esta mujer que menciona su nombre real (Huatypan o Guatipan) es el guión radiofónico de ficción La Gaitana (1959) de Luis Hernando Vargas Villamil. Al borrar su nombre real y escoger aquel dado por los españoles, los cronistas coloniales y autores posteriores a la independencia negaron su identidad y la condenaron al olvido. Ella nunca olvidó la hoguera que consumió a su hijo, de quien sólo quedaron cenizas—no quedó cuerpo para hacer el duelo. Ella decidió vengarse para prohibir el olvido. Muchos cronistas y autores han calificado su venganza como una barbarie. Sin embargo, la autora Betty Osorio recalca que la acción de sacarle los ojos a Añasco se explica mejor teniendo en cuenta que para ciertas etnias este ritual evita que el muerto vea e impide que vuelva para encontrar a su asesino (Osorio, 1997). 

Salvaje

Todos los autores que han retratado a La Gaitana tocan el tema del canibalismo como consecuencia de las batallas, señalando este comportamiento como salvaje.

¿Y si se debía a una firme y radical estrategia de resistencia?

El escritor colombiano Rafael Gomez Picón (1981) explica la política de tierra quemada o tierra arrasada que usó la resistencia indígena; destruyendo todo lo que le pudiera ser de utilidad a los españoles para dificultar su avance. En esta política, se negaron a sembrar alimentos, estableciendo una huelga de hambre. Una vez acabadas las existencias, los animales y las plantas, los indígenas, y a veces los españoles, se vieron obligados a recurrir a la antropofagia. Mächler Tobar (2011) recalca que “no es casualidad que los pueblos que opusieron una feroz resistencia al avance español se hallan catalogados entre los más caníbales, y que tal etiqueta garantizaba la posibilidad de hacerlos esclavos a quien les hiciera la guerra y los venciera.”

Los monumentos a Huatypan, y otros retratos, la representan como una mujer joven. Sin embargo, Julio Niquinás, el historiador oral del pueblo Paez (único grupo que sobrevivió la invasión de Añasco), la describió en 1972 como una “anciana mujer” y una “anciana señora.”

Más allá de la venganza: La Gaitana y la resistencia indígena 

Aunque es poco recordada, la resistencia indígena a la ocupación española en el suroccidente de lo que hoy es Colombia fue larga, permanente y violenta (Mächler Tobar, 2011). Pueblos como los yalcones, pijaos, inandos, apiramas, guanacas y paeces combatían entre sí y en contra de la invasión española. En este contexto, La Gaitana logró unir las fuerzas de estos pueblos en pugna para poder resistir a su opresor común. A pesar de la proeza de levantar un ejército de miles de indígenas que en otro momentos se enfrentarían entre sí, quienes han retratado a la Gaitana han reducido su figura al de madre mártir al exagerar su sed de venganza, minimizando su papel como catalizadora de la oposición a la agresión exterior. 

Con su ejemplo, Gautipián, Huatypan, La Gaitana, propulsó la resistencia indígena y permitió que durase por muchos años. Además, permitió que pueblos como los paeces permanecieran libres. Hoy, en Colombia su historia se ha convertido en un mito que forja identidades, en especial de los indígenas paeces. Su venganza sirvió para impulsar el deseo de afrontar y oponerse a la Conquista entre pueblos que se estaban minando entre sí. Más allá de ser una simple mujer vengativa que cometió una “barbarie”, la Gaitana es un símbolo de resistencia y libertad. 

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